7 de junio de 2011

No, no me da nada de pereza



Después de un fin de semana rural, donde el agua de abrevar el ganado sigue saliendo de un caño oxidado y mísero, pero que mana un suero cristalino de vida. La flora y la fauna en su estado puro. El abandono de los campos al caer la tarde. El hervidero de mosquitos y voladores cazadores y cazados alrededor de charcas donde saltan y croan las primerizas ranas de la primavera. El sabor de los productos de la tierra. La amabilidad de las gentes sencillas con su sonrisa espontánea .




Como digo, después de todo eso, volver a la rutina sofisticada del quirófano, mecanizado, eléctrico, organizado, sin espontaneidad. Rodeados de alta tecnología , esterilidad y plástico y donde no entra la luz del sol. Donde la noche no se diferencia del día, el invierno del verano, el lunes del sábado.




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